La fe católica está llena de icnografías, a las que se atribuyen milagros o favores a cambio de oraciones o sacrificios, así llega a mí el encargo de pintar una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, como gesto de agradecimiento y plegaria por la salud del más longevo y respetable integrante de una familia pastusa, a quien conocí muy bien y disfruté de su aprecio. Esta pintura se encuentra en el templo de Santiago ciudad de Pasto.

Luego un sacerdote amigo que presta sus servicios en México, me invita para que le colabore con la restauración de la patrona de su parroquia La Virgen del Carmen, decido pintar otra copia más pequeña de la guadalupana para venderla en éste país, el tiempo no fue suficiente para terminarla en Colombia, así que fue terminada allá, donde pude conocer a una gran persona muy espiritual y devota de la advocación de la imagen del Tepeyac, que la compra y la venera en su casa de Paraíso, Tabasco.

“La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega” – Leonardo Da Vinci